Pablo Nicolás Plaul nació el 23 de agosto de 1989. Tuvo
una infancia feliz. Desde chiquito logró destacarse por su gran personalidad. Sus amiguitos del jardín lo llamaban
“Pablito P.” y siempre lo esperaban con los brazos abiertos y con ansias en los
cumpleaños.
A sus cuatro años, y debido a las refacciones que se estaban
haciendo en su casa, tenía casi decidido que iba a ser albañil. ¡Le encantaba jugar
con las herramientas!
Siempre fue un buen alumno, pero sobre todo un gran compañero:
en la escuela primaria era amigo de todos los chicos, y ya un poco más grande, el
anfitrión y realizador de los asados para el grupo. |
|
Una de sus pasiones era la
música: a los ocho años empezó a tocar la guitarra criolla, y un poco después
la eléctrica. En el año 2004 formó una banda con sus amigos llamada
Insomnio. Su última incursión en la música fue con la batería, que compró
él mismo con sus ahorros, logrados con su trabajo de fines de semana (aunque no
lo necesitara). Es que “Plau” (como le decían sus compañeros del colegio) era consciente de que las cosas tienen más
valor si se las obtiene con el esfuerzo propio. Su próximo desafío sería el teclado.
Si bien era fanático de Green Day, además del punk rock tocaba varios estilos musicales,
como folklore, melódico, tango, reggae, ¡hasta la
marcha de San Lorenzo!. En fin, su talento en la materia es innegable y realmente
sorprendente. Por eso podría ser definido como un artista.
Otra debilidad era la
pesca, deporte que realizaba desde chiquito con máxima seriedad y perseverancia:
se levantaba tempranísimo para preparar todo, cuidaba las cañas de todos sus acompañantes,
permanecía despierto toda la noche junto al río, hiciese frío o calor, para controlar
el pique.
Pablo disfrutaba mucho pasando tiempo con su familia. Colaboraba
con las tareas del hogar siempre que se lo necesitaba. Había adquirido habilidades
para el mantenimiento de la casa: pintar, cortar el césped, arreglar cosas, ordenar
y cuidar el cuartito de las herramientas (se enojaba mucho si su padre lo desordenaba).
|
|
Bajo la estricta supervisión de su papá, arreglaba algún
artefacto eléctrico, teniendo sumamente en claro el riesgo que esto implicaba y
las medidas necesarias para no correrlo. Estaba incursionando en el aprendizaje
de los arreglos básicos de un automóvil. Era capaz de preparar un asado para 30
personas él solo. Era muy compañero de sus papás y hermanas. Le gustaba salir y
divertirse, siempre sanamente. No tomaba ni fumaba, porque tenía claro que esos
vicios arruinan la salud y la diversión.
Era sumamente cuidadoso con su aspecto físico: iba al gimnasio
para estar “grosso”, su máxima debilidad
era el pelo, se miraba millones de veces en el espejo antes de salir, se perfumaba
permanentemente, tenía siempre las manos impecables y le fascinaba
salir de shopping con su hermana mayor.
Le encantaba jugar a la pelota, y siempre se encargaba de
los pormenores para organizar los partidos. Era fanático de Boca, al punto que le
regalaron una platea en
Otro deporte que le gustaba era la
navegación. Por ello, en el 2006 realizó junto con su papá un curso de navegación
a vela, obteniendo el título de Timonel otorgado por Prefectura Naval Argentina,
que lo habilitaba para navegar el Río de
Siempre privilegió su seguridad y la de terceros. Por eso
sus padres lo autorizaron a sacar el registro de conducir a los 17 años. Manejaba
con suma precaución, utilizando el cinturón de seguridad, con calzado adecuado (un
día retó a su hermana por manejar con ojotas), respetando todas las leyes de tránsito.
Era un chico sensible,
sagaz, inteligente, curioso, creativo, seguro de si mismo, con muchísimos proyectos,
generoso y colaborador con los demás.
Se sentía muy contento al poder ayudar y estimular a sus amigos que debían rendir
materias. Respetaba y admiraba a los mayores por sus virtudes y su experiencia de
vida. Se hacía querer por chicos y grandes.
Era sumamente maduro, a tal punto que le estaba costando
trabajo decidir qué carrera seguir, porque no quería perder el tiempo. Hizo un curso
de orientación vocacional con su novia en
Conversaba con su padre sobre su interés en la pareja estable,
pues sostenía que una pareja sin sentimientos no tenía sentido. Estaba de novio
con quien él definía como el amor de su vida.
Siempre fue muy divertido, le encantaba viajar y salir,
encontrarse con amigos, ir a bailar. Aunque siempre priorizaba sus obligaciones,
Pablo tenía tiempo para hacer todo. Por eso muchas veces sus padres y hermanas lo
llamaban “el señor me prendo en todas”.
Simplemente, Pablito era un ser excepcional, que vivió alegre
e intensamente sus 17 años. Tenía un futuro brillante. Estaba preparado para hacerse
respetar porque había cultivado muy bien sus ideas y su cerebro.
Sin embargo, fue muerto de una forma en que él no pudo defenderse:
vilmente, en forma cobarde y por la espalda, como sólo lo hacen los corruptos e
irresponsables, aquellos que desprecian la vida humana. De otro modo, no hay dudas
de que Pablo hoy estaría con nosotros.
Pero entre tantas virtudes algún defecto tenía que tener:
como cantante dejaba mucho que desear y a pesar de que estudiaba inglés su pronunciación
no era muy buena. Era bastante “pata dura” para bailar y contaba chistes tan malos
que sólo a él le causaban gracia. Pero bueno: ¡te perdonamos Pabli! Después de todo
¡nadie es perfecto! |